Algunos estudiantes de nuestra escuela han preguntado sobre los conceptos velados en el afán de aventura y los riesgos que se toman en la vida en relación a las nuevas empresas en general o a los desafíos inherentes a las tareas de servicio y la vida espiritual en particular.

En nuestros estudios del Sagrado Tarot, la primera clave en la que somos instruídos es “El Loco” que recibe el sobrenombre de “La Aventura de la Vida”.

Este concepto de aventura es tremendamente significativo para el que quiere desenvolver la vida espiritual. Desde los primeros pasos, el futuro estudiante debe aventurarse en un terreno de  vida espiritual que le es completamente desconocido. Es más, si tiene algunos conceptos sobre lo que es esa nueva manera de emprender la existencia, generalmente, está completamente equivocado. Por estas razones, ante lo ignoto, si carece de los rasgos de una personalidad atrevida, curiosa, arriesgada, valerosa, emprendedora, (el concepto ocultista de Osar) no podrá avanzar por un sendero que se despliega ante él completamente velado, apenas intelectualmente percibido, sin una clara perspectiva de sus etapas, riesgos, costos, tiempos y esfuerzos personales. Incluso podríamos decir que el desafío que el sujeto arremete es casi todo lo contrario a lo que en el mundo empresarial podría definirse como “una buena planificación, en base a un saneado presupuesto, con sus objetivos a corto, medio y largo plazo”.

En muchas tradiciones esotéricas este inicio de la senda de la espiritualidad por aquel que no sabe, el profano – el que se encuentra fuera del templo- se simboliza en el ritual de iniciación a los Misterios de diversas maneras simbólicas. A veces, se le viste con harapos, se le descalza un pie e, incluso, se le pueden poner sogas, pesos o cadenas. Todo ello con el fin de simbolizar su incapacidad inicial para caminar bien la ruta de la verdad, que desconoce.

Si a pesar del riesgo de lo desconocido, el candidato osa ¿cuál es el factor que lo impulsa hacia delante? Evidentemente, es ese afán de aventura, de lograr un mayor progreso, de avanzar, de conocer lo que se oculta en el horizonte; es ese impulso inherente en la naturaleza humana, que ha sido el responsable del avance de la civilización en todas las actividades pioneras, en cualquier época. Este impulso, de características reflejadas principalmente en el signo de Aries, es el que ha llevado a los grandes descubridores a cruzar océanos, selvas o desiertos, a los países a independizarse o a las naciones a crear nuevos modelos de autogobierno, a los mentalmente educados a descubrir e inventar nuevas dimensiones de la ciencia o del arte y a toda la humanidad hacia delante, en una línea ascendente de progreso evolutivo.

Sin embargo, existe un factor que discrimina la falsa aventura y la demencia de este interno y genial movimiento evolucionista. Es un factor de razonada posibilidad y de alta confianza en el logro del objetivo.

Si observamos la clave “El Loco” vemos que el individuo mira hacia arriba, con un rostro confiado y los pies bien asentados, equilibrado, aunque tenga un precipicio ante él. La diferencia entre su caminar y el deambular que lo haría despeñarse se encuentra en que él es consciente del Sol que, por encima de él, y desplegado en todo lo que le rodea, como un cielo amarillo, lo guía, lo sostiene, proporcionándole la vida y el sustento.

La percepción de este elemento superior puede, al principio, ser detectado como auto confianza. Puede ser reconocido como una capacidad interna de resolución de problemas. Pero, en realidad, es la percepción de algo más. Es el darse cuenta de que el verdadero sustento es interno, de infinitas posibilidades, y que uno puede acceder a él. Esto es lo que tenían esos valerosos conquistadores de antaño y lo que tienen o tienen que adquirir esos valerosos conquistadores del mundo espiritual. Es un impulso de aventura basado en una confianza en lo superior, de donde se origina este impulso. Su razonable reconocimiento y la atenta escucha a este valor interno es también un rasgo enfatizado en el ritual de iniciación; en el que el candidato camina en la oscuridad sosteniéndose únicamente en la confianza que él deposita en las manos del que le guía y la institución que lo instruirá. Es, asimismo, la confianza que debe generar a lo desconocido, abierto ante él, cuando efectúa los aparentemente e intelectualmente absurdos juramentos que declama.

En el pasaje del Éxodo, el pueblo de Israel acepta el desafío de caminar por parajes desconocidos, sin previsible sustento material, rodeado de peligros, sostenido únicamente por un afán de genuina aventura por lo mejor -un ideal- basado en una completa confianza en lo superior, de donde emanará, en el momento preciso, lo simplemente necesario para poder llegar al objetivo. Esto que siempre genera un compromiso, consistente en la simple determinación de caminar, sin esperar a conocer lo que sólo se conocerá cuando se camine, es el impulso que necesita desarrollar magistralmente el estudiante espiritual, el impulso de la aventura de la vida.