Cuando un ser humano común nos deja, su familia y amigos lo lloran; cuando quien se va es un genio, la humanidad entera llora su pérdida.
Rafael M. Galí ha sido un genio, maestro en el arte marcial, maestro en la lucha de la vida. . Su vacío, ahora que físicamente nos ha dejado, es sentido a nivel de Humanidad. Los individuos geniales, como el Maestro Galí, son los que llevan adelante, cada uno en su especialidad, la evolución de la civilización.
A través de su enseñanza en el arte marcial, durante décadas, ha formado a cientos de karatekas que han disciplinado sus cuerpos, integrado sus personalidades y forjado sus carácteres. A su vez, estos alumnos del Maestro han influenciado a aquéllos que los han rodeado y acompañado en sus vidas. Así se ayuda a crear una mejor generación de individuos y por esta razón, la pérdida de uno de estos creadores de belleza es sentida a nivel de raza.
En el curso de su enseñanza el Maestro nos ha transmitido la importancia y el esfuerzo necesario que se debe realizar en el dojo para vestir dignamente el karategui y el correspondiente cinturón. Dado su valor a esta vestimenta ritual, nos ha transmitido que, en realidad, lo fundamental del progreso en el arte marcial no reside en el karategui, sino en lo que el individuo es, su esencia, trabajada y perfeccionada gradualmente. Cuando a lo largo de los años nos hemos quitado los karateguis en el vestuario, cada karateka ha mantenido lo que realmente es, más allá de una simple vestimenta. Ahora que el Maestro, en el vestuario de la vida, se ha quitado el karategui de su presencia corporal, él es, más allá del cuerpo de su transitoria vestimenta. Y su esencia sigue viviendo en cada uno de nosotros, en su recuerdo y en la huella que ha dejado en aquellos que formamos su escuela.
La tarde previa a su partida me miró fijamente y me dijo: “Sr. Caritg vaya al dojo y efectúe Erste, Svaite und Drite Losin (los movimientos de la segunda kata) pero hágalo suavemente, sin prisa y sin pausa. Descanse efectuando tensión y relajación. Ande, vaya y sude”. Sus últimas palabras para mí, lo son, metafóricamente, para todos nosotros. Vayamos al dojo, al dojo de la escuela y al dojo de la vida y luchemos. Así que, de ahora en adelante, desde la posición de “Preparados”, preparados para la expresión del sentimiento exento de violencia, estemos siempre atentos, receptivos, escuchando su orden de inicio de la lucha, su “Kiai” , que ahora es un “Kiai” silencioso.