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Saber Morir. Cábala Gratis. Lección 53. “El método de la instrucción espiritual”

 

Saber Morir. Lección 53. Cábala Gratis.

Por José Luis Caritg Casanovas.

En esta clase, número 53 de Cábala Gratis, José Luis Caritg explica el método que – con diferentes terminologías – siguen las Escuelas de Misterios de la Tradición Occidental para desenvolver espiritualmente a sus estudiantes.

Detalla los pasos que integran / alinean a la personalidad y la ponen bajo el control del verdadero Yo Superior (llamado Tiphereth, en Cábala)

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Cómo hablar y escribir bien, según la cabala

Si utilizas mentiras, engaños o das espacio al pensamiento negativo en tu forma de hablar o escribir, estarás perfilando tu vida de la misma forma. ¿Te interesa una vida así?

La letra hebrea Peh en Cabala – Kabbalah – se asocia a la Clave 16 del Tarot; ambas combinan sus simbolismos para proporcionarnos una interesante instrucción espiritual. Básicamente, La Torre revela una estructura en la que nos hemos encerrado, cuyos ladrillos son  palabras, y de la que somos liberados trágicamente. La letra Peh, como enseña Georges Lahy en su obra “Los 22 Arcanos de la  Kabbalah” nos transmite la noción de “boca abierta que habla”. Ambos conceptos señalan el hecho de que la torre, que es nuestra prisión,  la hemos construido nosotros mismos combinando nuestras letras en palabras y frases. Las frases que nos rodean son nuestros  conceptos mentales acerca de nosotros mismos, los otros y nuestra relación con el mundo. Es decir, nuestras prisiones son nuestros  puntos de vista, generalmente alejados de la realidad de la existencia.

Ladrillos de mentiras que encadenan.

Lo más curioso de este hecho es que cada ladrillo nos aprisiona en la medida en la que es un ladrillo y no una piedra. En esta enseñanza  simbólica, los ladrillos se hacen con barro y paja, que es hierba muerta y tienen su origen en el pueblo de Israel cuando, esclavizado,  estaba bajo las órdenes del Faraón creando edificaciones a la gloria de poderes caducos y particulares. En cambio, el simbolismo de pulir  piedras en vez de trabajar con adobe fundamenta construcciones sólidas.

La base de esta enseñanza es que, cuando se habla, se puede estar trabajando con barro y paja o con piedra sólida. Nuestras palabras y frases nos envuelven hasta conformar una serie de conceptos que nos encarcela.

Lo escrito aquí es leído allí.

Un rabino de Zaragoza dijo: “De un telégrafo podemos aprender que toda palabra cuenta y se nos puede hacer pagar por cada una de ellas y de un teléfono que lo que decimos aquí es oído allí” Hoy podemos añadir que “de una red social podemos aprender que lo que escribimos aquí es leído allí”.

De todo esto se deduce que el estudiante espiritual debe ser cuidadoso con sus palabras, pues con cada una de ellas construye la edificación dentro de la cual vive. Si se expresa con mentiras, vive en una prisión de mentiras; si construye con ladrillos de ofensas, odios y envidias, en tal torre mora y así, sucesivamente. Al final, el simbolismo de la Torre nos indica como puede ser el despertar de estas prisiones al irrumpir la verdad: ¡trágico!

Estudiantes espirituales que son Golem.

En el Talmud, al Sabio no se le contrapone el ignorante sino el Golem y se explica que tal Golem, que literalmente significa “utensilio de metal inacabado”, es aquel que, a pesar de haber adquirido muchos conocimientos, no ha conseguido asimilarlos todavía y no refleja dichos conocimientos en su comportamiento (su habla).

Esforzarse en ser cada vez más sabio y virtuoso.

Rabí Hillel decía: “Aunque te encuentres en un lugar donde no hayan hombres (que te igualen) no te conformes con lo que hayas aprendido, esfuérzate en ser cada vez más sabio y más virtuoso, procura convertirte verdaderamente en un Hombre”.

Así, suavemente, con ingenio, sigamos a Rabí Hillel, dejemos de ser Golem, vayamos substituyendo los ladrillos por buenas palabras, palabras vivas, y hagamos que nuestra existencia no esté rodeada de falsas edificaciones y torres de error que sólo auguran un tormentoso despertar  ¡Seamos cuidadosos en el habla!

 


Cábala y buenos negocios

3 sencillas reglas de la Cábala que nos ayudarán a efectuar buenos negocios en la vida

 

No hace mucho, un individuo vulgar, en una entrevista en un medio escrito de amplia difusión espetó: “Si dices algo y no molestas a alguien … ¡no has dicho nada!”  Verdaderamente, este personaje conoce muy poco de las leyes de la vida y ni siquiera merecería ser mencionado si no fuera por las enseñanzas espirituales que podemos extraer de un comentario tan negativo como el precedente.

Una actitud así demuestra desconocer el principio básico de “buen negocio” según  es descrito por todos los sistemas que enseñan a vivir la vida en armonía con el universo y sobre todo en armonía con uno mismo. Nilton Bonder nos lo enseña en su obra La Kabbalah del Dinero. Este principio relativo a saber efectuar “negocios” provechosos donde quiera que nos manifestemos, se expresa de la siguiente manera:

Regla número uno, todas las partes favorecidas:

Para realizar una buena transacción con otro —un negocio propiamente dicho, un trato, una relación, una manifestación hablada— lo primero es conseguir que las dos o más partes salgan favorecidas. Es decir, que el que hable o llegue a un pacto se beneficie de ese pronunciamiento o esa negociación, pero la otra parte también. Cuando hablamos con los demás, consciente o inconscientemente estamos efectuando una transacción: damos y, después, recibiremos. Si no es así,  si no nos beneficiamos ambos, saldremos mal parados, perjudicados, con pérdidas en ese pacto que hemos efectuado.

Regla número dos, nadie perjudicado:

La segunda premisa para efectuar un buen negocio consiste en cuidar que, adicionalmente, nadie más salga perjudicado. Por ejemplo, si vendemos un producto que nos beneficia a nosotros y a nuestros clientes pero está perjudicando al productor de la materia prima, por las razones que sean (precios abusivamente bajos, explotación obrera, etc.) es un mal negocio y, tarde o temprano, dejaremos de tener beneficios y experimentaremos dolorosas pérdidas. Aquí es preciso aclarar que estamos observando todos los ámbitos de relación y experiencia de un ser humano, no únicamente el dinero. Un individuo que cree que está realizando buenos negocios y sólo considera el nivel material, puede percatarse que gana gran cantidad de bienes materiales y no darse cuenta de que su vida está al mismo tiempo adquiriendo  rasgos de miseria, soledad, conflicto o enfermedad.

Regla número tres, beneficio al entorno:

El tercer aspecto, tan importante como los dos anteriores, se refiere a que un buen negocio se puede considerar como tal cuando, además,  beneficia a todo nuestro entorno. Es decir, no sólo no lo perjudicamos sino que adicionalmente lo mejoramos y, de esta manera, nuestro negocio, favorece a la sociedad, a la cultura, al arte, a nuestro medio ambiente, a la naturaleza, etc.

Evidentemente, el individuo que mencionamos al principio no respecta ninguna de las tres reglas del buen negocio: perjudica a aquél con quien habla, puesto que si espera una reacción emocional negativa es porque intenta hacer daño.  Perjudica a todo el género humano porque promueve bajas pasiones, incultura, mala educación, peleas, conflictos, mentiras y murmuraciones, lo que resulta ser una lacra para la civilización y la corrección en las relaciones humanas. Y además, no beneficia a nadie, porque de lo malo es muy difícil extraer lo bueno.

En el caso que nos ocupa, ese mal negocio puede aportar beneficios aparentes e inmediatos en un plano, como puede ser el material, pero antes o después, en el recuento de resultados, no habrán beneficios sino pérdidas y quizás hasta una quiebra absoluta de nuestra capacidad de “hacer negocios”.

El Talmud dice que el ser humano debe hacer lo que lo dignifique a él y a toda la humanidad. Así,  si somos cuidadosos en nuestras relaciones con los demás, de manera que toda nuestra interrelación  se convierta en “un buen trato”, se trate de una conversación, una proclamación, un proyecto o una transacción, experimentaremos una vida de satisfacción, con retribución y beneficio, que alcanzará no sólo al plano material, sino también a todos los niveles de nuestra existencia y podremos experimentar los resultados de estar haciendo “un buen negocio” en nuestra vida.



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